jueves, 25 de marzo de 2010

El Mensajero Sideral cumple 400 años


El Mensajero Sideral cumple 400 años

Miguel Ángel Sabadell



En marzo de 1610, Galileo Galilei publicó en Venecia un libro de apenas 30 páginas titulado Sidereus Nuncius (El mensajero sideral) en el que contaba cómo el uso del telescopio le había permitido observar las montañas y los valles de la Luna, la "muchedumbre de estrellas reunidas en conglomerados" que forma la Vía Láctea , y los cuatro satélites (que él llamó "estrellas mediceanas") que giraban alrededor de Júpiter.

El libro fue un best-seller que llegó incluso hasta la lejana China. Pero , en su lucha por la fama, Galileo tenía un enemigo: Kepler. Era considerado el mejor astrónomo del mundo y eso el italiano no lo podía soportar. El alemán aderezaba sus escritos con cierto tufillo místico que sirvió de excusa para que Galileo lo criticara con socarronería. Kepler le rogó que no utilizara su habitual tono mordaz con él; Galileo ni se dignó a contestar.

Pero el suceso más lamentable ocurrió con un telescopio. La crítica entusiasmada que hizo Kepler de El mensajero sideral contribuyó a que los científicos de entonces aceptaran el telescopio como lo que en realidad era y no como un instrumento que producía ilusiones ópticas. Kepler le pidió por favor que le enviara uno o al menos una lente de calidad. Galileo ignoró su petición; quizá temía lo que pudiera hacer con un telescopio entre las manos un astrónomo del calibre de Kepler. Además, tenía otros planes que le reclamaban toda su atención: entrar a formar parte de la Corte de los Médici en Toscana. Algo que logró pues, en 1610, recibió la oferta de convertirse en profesor de la Universidad de Pisa y filósofo y matemático del Gran Duque. Para rematar la faena, Galileo dedicó a los Médici los cuatro satélites de Júpiter que había descubierto.

En los años siguientes, Galileo se dedicó a perfeccionar y aplicar a distintas situaciones su sistema para investigar, que se convertiría en el método científico: plantear una hipótesis y comprobarla o refutarla con experimentos cuidadosos. La fama que estaba alcanzando le engañó y cometió un error de cálculo: empezó a defender el sistema copernicano, amparado en sus descubrimientos telescópicos; la existencia de las fases de Venus era un golpe mortal al sistema tolemaico. Y los enemigos, incluidos aquellos que le tenían envidia, empezaron a florecer.

En 1615, el poderoso cardenal Bellarmino convenció al papa Pablo V para que formara una comisión que decidiera si era herejía defender las tesis de Copérnico. Los 11 expertos reunidos, teólogos sin conocimiento alguno de ciencia, dictaminaron que era una idea “formalmente herética”. El 24 de febrero de 1616, Pablo V dio instrucciones a Bellarmino para que informara al acusado de que no debía sostener semejante idea herética. Galileo así lo hizo, pues en la misma sala donde se celebraba la audiencia se encontraban miembros de la Inquisición dispuestos a intervenir en cuanto el científico abriera la boca. Además , alguien introdujo en el expediente del científico unas actas donde se le obligaba a no enseñar tal teoría.

Miguel Ángel Sabadell

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