lunes, 10 de octubre de 2011

El caso Billy Meier - Sistema de Control Pleyadiano - Débora Goldstern

El Caso Billy Meier
Sistema de Control Pleyadiano
Débora Goldstern





Billy Meier


Por estos días me llegó la noticia del deceso de Wendell Stevens, quién en vida fuera uno de los defensores más acérrimos del controvertido caso del contactado suizo Billy Meier. Tuve oportunidad de conocer a Stevens en persona durante su última visita a la Argentina, y pude conversar sobre algunos temas, entre ellos el de Billy Meier así como investigaciones personales que este militar consagró al siempre enigmático asunto Tayos.

Durante ese intercambio y al consultarle sobre si Meier aún sostenía contacto con los pleyadianos, Stevens asintió afirmativamente, resaltando que estos “contactos ya no se producían en las famosas campiñas suizas, sino que las visitas eran en el dormitorio de Meir”, lo cual me reafirmó la presunción que vengo sosteniendo, sobre un sistema de control que opera no solo en la tierra sino en todo el sistema solar. Por supuesto que cuando charlé con Stevens mis pensamientos sobre esta posibilidad aún no estaban tan delineados como ahora, y pasaría tiempo antes de empezar a enunciar estas hipótesis de trabajo cristalizados actualmente en Crónica Subterránea.

En la historia de la ufología el caso de Billy Meir se desechó rápidamente, tachado por una gran mayoría de estudiosos, como un fraude elaborado y que no merecía la pena seguir investigando. A mi entender aunque hay algunos puntos que si confirman el engaño, no se puede descartar totalmente la experiencia de Meier, especialmente al repasar algunos puntos de las vivencias del suizo, centradas en su niñez, que en lo personal considero intrigantes y dignas de atención.

Para ilustrar al lector y apoyar nuestra tesis de control, elegimos un pasaje de uno de los pocos materiales editado en español sobre el tema, bajo el título “Años Luz: una investigación en las experiencias extraterrestres de Eduard Meier”, del investigador norteamericano Gary Kinder, y donde vemos nuevamente la sombra de nuestros “superiores desconocidos”.




De vuelta a la cocina de la granja, Meier no vaciló en contarle a Stevens la larga historia de su implicación con los pleyadianos, algo que había comenzado en su infancia. Le manifestó que su primer avistamiento de una nave alienígena tuvo lugar una mañana cuando sólo tenía cinco años y medio.

Fue en 1942. Estaba yo con mi padre -explicó Meier- y me hallaba detrás de la casa bajo un nogal, en pleno verano. Cuando ví volar la nave, no me pareció extraño. Sólo lo parecía en nuestro mundo, pero de alguna forma tenía la sensación de que se trataba de algo familiar para mí. Cayó del cielo hasta la torre de la iglesia, luego se dirigió hacia nosotros y se alejó a continuación por el Oeste. Fue algo rápido, muy rápido. Observé todo aquello durante un minuto y medio tal vez, y cuando se alejó hacia el Oeste, transcurrieron sólo unos segundos.


El objeto le recordó a Meier un disco grande que volaba a sólo unos 200 metros por encima del suelo, por completo silencioso, que luego desapareció por el Horagenwald, Preguntó a su padre:

-Papá, ¿qué ha sucedido aquí? Pero su padre sólo replicó:
-Se trata de un arma secreta de Adolfo Hitler.
-Estaba pensando que eso no podía ser verdad -explicó
Meier-, que había algo más. No sé si mi padre se percató de lo que vio, porque no se preocupó más de aquel asunto. Pero yo sí comencé a mirar el cielo, de día y de noche.

Meier contó a Stevens que pasaron dos meses antes de volver a ver el disco volador plateado, esta vez descendiendo con lentitud hacia un campo donde estaba jugando solo. Pero en cuanto el disco se acercó a la altura de la hierba, de repente, sin un sonido, se desvaneció. Al cabo de unos momentos de desaparecer el disco, algo «similar a una voz» se alzó en el interior de su cabeza acompañado de una figura, o de vívidas figuras en su mente, la voz a continuación le habló una vez al día. Se le requería para que contestase y que buscase respuestas por sí mismo.

-Al principio, no recibía palabras completas o frases -explicó a Stevens-. Era algo parecido a imágenes. Con el tiempo esas imágenes se convirtieron en palabras y frases. Una vez traté de reproducir uno de esos símbolos, pero no fui capaz de hacerlo.

Turbado por la voz y por las imágenes que tenía' en su cabeza, Meier habló con Parson Zimmermann, el ministro protestante del pueblo, acerca del gran disco volador que había visto, y de la voz que penetró en su cabeza muy poco después. Zimmermann tenía una reputación en el pueblo de ser amante de la mística y de ser más liberal en su forma de pensar que la mayor parte de sus parroquianos.

-Conocía a Parson Zimmermann -explicó Meier-. Era el sacerdote de la familia, y yo solía jugar con sus hijos. Otra razón de que fuese a verle era que, aunque yo fuese un pobre chiquillo, había oído decir que se ocupaba de asuntos místicos. Le conté la experiencia tenida con mi padre, y las voces que escuchaba dentro de mí, las llamadas telepáticas. Por eso fui a verle, porque creí que me estaba volviendo loco. Solía ir después de la escuela, pues no estaba muy lejos de la misma. Me dijo que sabía cosas acerca de esos objetos voladores, era la época en que aún no les llamaban ovnis, y que no se trataba de una cosa nueva para él. La gente que volaba en ellos procedía de otro mundo y no de la Tierra. Me contó que lo comprendía, pero que no podía decir nada ..

Era sacerdote y aquello podría conmocionar a la gente. Me pidió que tratase de aprender telepatía para proporcionar las debidas respuestas. Por 10 tanto, intenté hacer 10 que me decían. Al cabo de unas semanas la cosa funcionó, y fui capaz de responder. Me acuerdo muy bien que el padre Zimmermann me dijo que no hablara de aquello con nadie, pues, en caso contrario, todo el mundo diría que yo estaba loco.



Por 10 tanto, en el momento que oía la voz que le hablaba, el joven Meier trataba de dirigir sus pensamientos hacia dentro, y antes de que pasase mucho tiempo sintió que aquellos pensamientos entraban en contacto con algo.

-La primera reacción desde el otro lado -siguió diciendo fue parecida a una risa gentil y fina, que escuché en 10 más hondo de mí, y me sentí a gusto y relajado. Aún escucho aquella risa, pero no puedo definirla. Se trataba de una risa muy amorosa.

Luego el contacto se extinguió una vez más, y Meier ni escuchó voces ni se percató de la existencia de imágenes. De repente, todo quedó de nuevo en silencio.

El 3 de febrero de 1944, cuando Meier cumplió siete años, una nueva voz, baja y clara, entró en su mente consciente, «y me ordenó que aprendiese y recogiese los conocimientos que me transmitían», Meier temió que la claridad de aquella nueva voz signficase que, al fin, había sucumbido a la locura.

-Mi temor se debía a que, al ser un chiquillo, carecía de toda experiencia del asunto telepático. De nuevo fui a ver a Parson Zimmermann para contarle 10 que estaba pasando. Él me informó y poco a poco fui comprendiendo. Aquella voz clara y grave que Meier escuchaba pertenecía a un ser llamado Sfath, cuyas técnicas de transmisión de pensamiento continuaron con frecuencia durante el verano de 1944. Luego, un día de setiembre, mientras Meier andaba solo por un prado, de improviso Sfath se anunció telepáticamente, y le dijo al chico que debería aguardar allí y no tener miedo.



-Esto ocurrió algún tiempo después y muy lejos de nuestro hogar -explicó Meier-. Estaba yo a cinco o seis kilómetros, detrás de un bosque muy denso, un lugar solitario. Allí vi algo que caía del cielo, lenta, muy lentamente, y que cada vez se hacía mayor. Se trataba de algo parecido a una pera metálica. Luego se abrió una rampa, que descendió igual que un ascensor. Entré en la nave y nos fuimos arriba, por encima de la Tierra. Había un hombre muy viejo que me miraba igual que un patriarca. Se llamaba Sfath. Era un ser humano, como cualquier otro de aquí, de la Tierra, sólo que muy viejo. Hablamos durante horas y luego me llevó de nuevo al suelo. Lo más divertido fue que conocía mi lengua materna mejor que yo.

El venerable Sfath le contó a Meier que sólo continuaría como su mentor espiritual durante los primeros años de la década de los cincuenta, cuando una forma mucho más elevada de vida asumiría la responsabilidad de posteriores enseñanzas. Meier había sido seleccionado para una misión, pero Sfath reveló que pasarían décadas antes de que el muchacho conociera su naturaleza. Hasta que llegara aquel momento, Meier debía prepararse para hacer frente a muchas cosas, algunas de las cuales pondrían de nuevo en tela de juicio su cordura, y otras que podrían llegar a producirle daño físico. Al cabo de cuatro horas Sfath llevó de nuevo a Meier al prado y luego partió. El jovencito no le volvió a ver. Durante muchos años, a partir de entonces, continuó transmitiendo pensamientos a Meier, preparándole, según le pareció, para el próximo paso en su evolución espiritual. Luego, el 3 de febrero de 1953, cuando Meier ya tenía dieciséis años, la voz de Sfath cesó para siempre de resonar en su mente.

Transcurrieron varios meses antes de que el silencio se viese de nuevo roto por una nueva voz, a un tiempo presente y que hablaba con él. A diferencia del tono suave y armónico de Sfath, la nueva voz sonaba joven y fresca, plena de fuerza. Se llamaba Asket.

Asket procedía del Universo DAL.

«Es desconocido para tu universo -aleccionó a Meier-, pero nuestro universo es paralelo al vuestro. Contándolo en vuestro tiempo se encuentra en un plano igual. Muchos de los universos se hallan en planos de tiempo y espacios desconocidos por completo para vosotros. A causa del desarrollo tecnológico, la barrera puede abrirse desde nuestro universo al vuestro.»

Contaba Meier doce años cuando pasó ocho meses en un sanatorio antituberculoso, y a los catorce el Tribunal de Menores le mandó al correccional en Albisbrunn por hacer constantemente novillos. Allí. pasó tres años antes de que las autoridades le devolviesen a sus padres, y abandonó la escuela sin haber completado la enseñanza primaria. Ya en edad de trabajar tuvo diversos empleos, desde instalar tuberías de alcantarillado a ordeñar vacas. En una ocasión, con otros varios jóvenes, fue detenido por la Policía por robo y enviado al centro de detención preventiva de Aarburg, desde donde se enroló en la Legión Extranjera, francesa, desertó unos meses después de completar la instrucción y regresó a Suiza, al centro de detención. Le contó a Stevens que, tras sus años de adolescencia, reformatorio y desempeño de oficios raros, Asket le alentó para que se aventurase en el mundo, para que explorase y aprendiera cosas. Inspirado por estas enseñanzas telepáticas y por su afianzamiento, Meier explicó que dio comienzo a sus primeros viajes a Oriente Medio en 1958.

-Se me dijo que me fuera por ahí por mí mismo y viese lo que había realmente -contó--, porque existe una conexión con vidas anteriores. Los lugares más importantes fueron Jerusalén, Belén y Jordania. De nuevo resultaron importantes Paquistán Oriental, las estribaciones de las montañas del Himalaya y la India, sobre todo Nueva Delhi y Mehrauli. Debo añadir también Turquía. Todo ello tenía una conexión con Emmanuel; era su ruta y donde vivía. Se me dijo que me pusiese en contacto con ciertas personas, algunas de las cuales me esperaban, pues ya estaban informadas. En Mehrauli aprendí las enseñanzas y filosofía de Buda gracias a un monje budista.

Pasaron semanas y hasta meses sin contacto con Asket. Luego, de repente, su voz volvió a estar en el interior de su mente, indicando que deseaba transmitirle información.

«¿Tienes tiempo?», le preguntó.

La mayoría de las veces respondía que sí, porque su instrucción era más importante que cualquier otra cosa. Y si respondía afirmativamente, ella proseguía:

«¿Quieres ir a este lugar mañana y verte con estas personas?» O: «Quiero que vayas allí y te encargues de esto.» O: «Quiero que vayas a ese sitio y aprendas esto.»

-Se trata de algo muy normal -le explicó a Stevens-. Es como si me llamases y me dijeses: «Billy, ¿tienes tiempo para hacer tal cosa?» Pues es lo mismo.

Meier consideraba aquel ajetreo como una parte de la misión que le habían encomendado cuando era muchacho. Resultaba «instructivo», Según explicó a Stevens,«debía conocer al hombre, el alma del hombre, la vida del hombre, los antecedentes del conocimiento». También debía aprender cosas acerca de la Naturaleza.

-Se aprende muchísimo de la Naturaleza --explicó--. Observas las plantas y los animales, todo cuanto existe, cómo llega a la vida, cómo muere, cómo pueden vivir juntos. Así fue como aprendí las leyes y los mandamientos de la Naturaleza. Las leyes y mandamientos de la Naturaleza son lo mismo que las leyes y los mandamientos de la creación. La creación no es un poder separado, la creación está en todas partes.

Al visitar tantos sitios, Grecia, Turquía, Siria, Jordania, Iraq, Arabia Saudí y luego a través de Kuwait, Irán, hasta Paquistán Oriental y, finalmente, la India, Meier había viajado «por tierra, en coches, en autostop, en autobús, en tren y en barco». Encontró trabajo como cazador de serpientes y jardinero, condujo camiones cargados de nitroglicerina, cantó por las calles, sirvió mesas, crió cerdos, pasó por veterinario, hizo de entrenador, trabajó como enfermero, recogió uvas, diseñó joyas, montó espectáculos de marionetas, crió gallinas y enseñó alemán; todo, según le contó a Stevens, bajo la tutela de Asket. Durante sus viajes se ganó el apodo de Billy, como resultado de su enamoramiento por el Oeste americano y por los héroes populares como Billy el Niño, Buffalo Bill y Wild Bill Hickok.

Mientras Meier erraba de país en país, de empleo en empleo, Asket continuaba las enseñanzas telepáticas comenzadas por Sfath, impartiéndole grandes conocimientos espirituales. Le dijo:

-Te han escogido como auténtico oferente, como otros muchos en tiempos primitivos antes que tú. Tendrás más conocimientos que cualquier otro ser terrestre de tu tiempo. Y a causa de esto, quedarás bajo el control y tutela de ciertas formas de vida que te protegerán, guiarán, conducirán y formarán. Esto conlleva una ley de la creación que no puede transgredirse de ningún modo, pues los verdaderos oferentes no son llamados para su misión a cierta edad, sino que ya están destinados a ello desde el momento mismo de la procreación. Una vida así puede ser difícil, porque la criatura elegida tiene que percibir unas cosas extraordinarias.

Cerca de la ciudad costera de Iskenderun, en Turquía, el 3 de agosto de 1965, de viaje por Oriente Medio, Meier iba de pasajero en un viejo autobús cuando éste colisionó con otro, saliendo él por una ventanilla. El accidente le seccionó el brazo izquierdo exactamente por encima del codo. Le contó a Stevens que fue dejado por muerto a un lado de la carretera y yació inconsciente durante varias horas hasta que un médico pasó por allí por casualidad, le inspeccionó en busca de signos vitales y le mandó a un hospital local. Estuvo dos semanas hospitalizado y cuando se sintió lo suficientemente bien como para viajar de nuevo, emprendió viaje a Grecia, donde se alojó en un hotel en Tesalónica, vendiendo camisas «en alemán, con mi mano, mis ojos, mi boca, con mis pies, con un lápiz y papel». En una fiesta de Navidad de aquel año, conoció a una chica griega de diecisiete años llamada Kaliope Zafireou.

Encontrándose en la India en 1964, Asket le permitió fotografiar su nave espacial en las afueras de Mehrauli. En la foto, el aparato tiene una clara forma de disco, y en la parte superior una pequeña cúpula, pero aparte de eso no presenta más detalles. Meier tenía aún la foto y se la mostró a Stevens.

Aquel año, Asket, como Sfath antes que ella, le dejó. En su contacto final, le había informado que, en su propio beneficio, al igual que en el de sus nuevos contactos, debería ser «monitorizado» durante los once años siguientes. Al final de este tiempo, si se aseguraban de que había logrado el apropiado plano espiritual para tener un contacto cara a cara, los nuevos seres le revelarían su presencia.

-Tus antepasados procedían de la constelación de la Lira -le contó Asket-, y cuando estés lo suficientemente maduro para escuchar las nuevas enseñanzas referentes a esos asuntos, obtendrás las respuestas de los descendientes de tus propios antepasados. La verdad eterna continúa siendo siempre la verdad eterna. Y así terminó el relato de Meier acerca de sus encuentros de juventud.




Wendell Stevens contaba al momento de su muerte con un Currículum impresionante. “Retirado de la Fuerza Aérea en 1963, después de veintitrés años de servicio activo, con más de cuatro mil horas de vuelo y con permiso “de alto secreto”. Graduado en la Escuela del Cuerpo del Ejército del Aire para el adiestramiento de pilotos, a la edad de veinte años Stevens fue nombrado oficial para el desarrollo del avión de caza “P-47”, y durante la Segunda Guerra Mundial, tuvo a su mando una escuadrilla de mantenimiento de aviones, participando solo en limitados combates en el Pacífico.

Al terminar la guerra, la Fuerza Aérea le destinó al Centro de Inteligencia Técnica del Aire, en Wright Field, donde revisó millares de documentos y planos de Aeronáutica avanzada de los que se apoderaron los norteamericanos cuando los alemanes abandonaron sus fábricas y centros de diseños aéreos”.

Mucho antes de 1947, Stevens ya conocía encuentros de pilotos con ovni, llegando a interrogar e investigar cientos de casos. Este interés hizo que Steven se convirtiera en una de las autoridades en materia ovni, llegando a contar con una de las bibliotecas más nutridas en la materia, cerca de 700 títulos, sin contar el impresionante material fotográfico, de más de 3000 tomas en todo el mundo. Su encuentro en 1976 con Billy Meier cambió su vida para siempre, y lo llevó de una posición escéptica del comienzo, a convencerse de la veracidad del relato del suizo.

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